miércoles, 14 de septiembre de 2011

Odio...

Si, odio los fastidiosos lunes, creo que no deberían existir, pero claro, entonces odiaría los martes, y así sucesivamente hasta quedarnos sin días. Odio los días que no sale el sol, los programas de cotilleos y el puto despertador que suena a las 7:10 de la mañana. Odio mi mal humor y mi genio. Odio a el típico de “Que resaca tengo (y no se bebió ni medio cubata anoche)”, incluso puede que odie a la de “Osea tía, cuidado con mi uña”. Odio madrugar, como odio acostarme pronto. Odio estudiar y la verdura. Odio las despedidas y las cosas que deberíamos decir y callamos. Es curioso que me gusten los payasos odiando tanto los circos. Odio el día que hay gimnasia, y el que para comer hay cocido. Odio el día que no lo paso con ellas. Odio que Mario Casas no venga a recogerme con un ferrari para ir a Londres y decirme lo mucho que me quiere por el camino. Odio los caramelos con sabor a café, el jersey que mi hizo mi madre algunas navidades atrás y las jodidas uvas de Nochevieja con las que siempre me atraganto. Odio el perro que se comió mis deberes y me pusieron un negativo por su culpa. Odio las cosas que no me dará tiempo ha hacer en la vida y los putos kilometros que me separan de mi gente. Odio a la que va por ahí con aires de superioridad y no mide ni metro y medio. Odio muchas mas cosas, pero es que también odio escribir tantas veces la palabra “odio”.

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